La personalidad creadora

personalidad creadora

La personalidad creadora es el título de un libro de Abraham Maslow, psicólogo considerado uno de los fundadores de la llamada psicología humanista, corriente psicológica que plantea que los seres humanos tenemos una tendencia natural hacia la salud mental, una tendencia a realizar en nosotros mismos los máximos valores de la humanidad.

A continuación copio al pie de la letra algunas de sus ideas, otras las parafraseo: espero no haber trastocado el significado que les quiso dar Maslow. Por si acaso, te recomiendo que leas su libro: esto solo es un aperitivo.

Impulso hacia el crecimiento

Las investigaciones llevadas a cabo nos permiten suponer que en casi todos los seres humanos y con certeza en casi todos los recién nacidos existe una voluntad persistente hacia la salud, un impulso hacia el crecimiento, hacia el desarrollo de las potencialidades humanas.

Sin embargo, la triste realidad es que muy pocas personas lo logran. Solo una pequeña parte de la población alcanza la plena humanidad, la autorrealización, incluso en una sociedad privilegiada como la nuestra.

Después de haber observado a muchas personas muy desarrolladas se ha podido constatar una serie de características observables en su conducta que nos pueden servir de guía a la hora de desarrollar en nosotros nuestro máximo potencial. Veamos qué significa la autorrealización teniendo en cuenta la conducta real.

Conductas encaminadas a la autorrealización

Momentos de plenitud

La autorrealización significa abordar la vida de manera plena, intensa y desinteresadamente, con una concentración y absorción totales. Cuando la persona entra en ese estado de conciencia es plenamente humana.

Para poder absorberse totalmente en algo conviene olvidarse de poses, defensas y timideces; es decir, conviene lanzarse de cabeza a la tarea que nos traemos entre manos. Entonces vivimos momentos de gran plenitud.

Elecciones sucesivas

Consideremos la vida como un proceso de elecciones sucesivas. En cada instante existe una elección hacia nuestro progreso o hacia nuestro retroceso. Podemos orientar la brújula hacia la defensa, la seguridad o el miedo; o podemos dirigirnos hacia el crecimiento.

Elegir el crecimiento en lugar del miedo significa avanzar hacia la autorrealización. Significa tomar una por una las muchas decisiones sobre si mentir o ser sinceros, si robar o no en un momento determinado, y significa tomar cada una de esas decisiones como una opción de crecimiento.

El “sí mismo” que se actualiza

Hablar de autorrealización implica que hay un “sí mismo” que se actualiza. (Cuando digo “si mismo” hago referencia al conjunto de percepciones o imágenes relativas a nosotros mismos.)

El ser humano no es algo que viene al mundo ya hecho: se va haciendo poco a poco. Conviene dejar que emerja ese “si mismo”; conviene conocerlo.

Pero, con demasiada frecuencia, las señales que llegan desde nuestro interior son demasiado débiles o incluso están ausentes del todo. Conocer quiénes somos incluye recuperar o aumentar la capacidad de tener y conocer estas señales internas; de saber qué y quién nos gusta y nos disgusta, qué nos resulta agradable y qué no, cuándo comer o no comer, cuándo dormir, orinar, descansar.

La persona que carece de esas directrices internas, de esas voces del verdadero Yo, debe recurrir a indicios externos que le guíen, como por ejemplo comer cuando reloj se lo indica, en lugar de obedecer a su apetito; guiarse por reglas, calendarios, horarios, agendas y por insinuaciones y órdenes de otros.

Trastorno psicológico = Fracaso del desarrollo personal

Podemos entender los trastornos psicológicos como el fracaso del desarrollo personal. Podemos sustituir los conceptos de enfermedad y salud psicológicas por el concepto más pragmático, público y cuantitativo de humanidad plena o disminuida.

El fracaso del desarrollo personal significa no llegar a ser aquello que hubiéramos podido ser si hubiéramos crecido y evolucionado sin ningún obstáculo. Incluso podríamos decir que hubiéramos debido ser.

Cuando este fracaso tiene lugar se pierden posibilidades humanas y personales. El mundo se empequeñece y la conciencia también. Las facultades se han inhibido.

Asumir responsabilidades

Ante la duda, optemos por ser sinceros. Mirar dentro de uno mismo en busca de respuestas implica asumir responsabilidad. Esto es en sí mismo un paso hacia la autorrealización. Cada vez que uno se responsabiliza, hay una realización del “sí mismo”.

Esfuerzo

La autorrealización no es únicamente un estado final, sino también un proceso de actualización de las propias potencialidades, en cualquier momento, en cualquier grado. Por ejemplo, si somos inteligentes, es cuestión de hacernos más despiertos mediante el estudio.

La autorrealización significa usar la propia inteligencia. No significa, necesariamente, hacer algo fuera de lo común, pero tal vez sí pasar por un periodo de preparación arduo y exigente para realizar las propias posibilidades.

Las experiencias cumbre

Las experiencias cumbre son momentos transitorios de autorrealización. Momentos de éxtasis que no pueden garantizarse, ni siquiera buscarse.

Pero podemos establecer las condiciones para que las experiencias cumbre sean más probables, o podemos hacer lo contrario.

Renunciar a las defensas

Deshacerse de una idea falsa, descubrir en qué no somos buenos, descubrir cuáles son nuestras potencialidades, que nos gusta, que no nos gusta, que es bueno o malo para nosotros, hacia dónde vamos y cuál es nuestra misión: todo eso forma parte del descubrimiento de lo que uno es en realidad.

Y ese descubrimiento implica identificar las defensas que nos mantienen encogidos en zona protegida; y, después de haberlas identificado, implica encontrar coraje para renunciar a ellas. Eso es doloroso porque las defensas se erigen contra algo desagradable, contra algo a lo que tememos. Pero vale la pena renunciar a las defensas.

Miedo a la propia grandeza

Una de las defensas contra el crecimiento es el miedo a la propia grandeza. La mayoría de nosotros podríamos ser mejores de lo que en realidad somos. Todos tenemos potencialidades sin desarrollar plenamente. En realidad, muchos de nosotros esquivamos la llamada, destino, tarea o misión en la vida que nos sugiere nuestra propia constitución.

Tememos a nuestras máximas posibilidades. Por lo general nos asusta llegar a ser aquello que vislumbramos en nuestros mejores momentos, en las condiciones más perfectas y de mayor coraje.

No solamente somos ambivalentes con respecto a nuestras máximas posibilidades, sino que también estamos en perpetuo y creo que universal conflicto y ambivalencia respecto de esas mismas posibilidades supremas en los otros y en la naturaleza humana en general.

Es cierto que amamos y admiramos a las personas buenas, santas, honestas, virtuosas. Pero no podemos ignorar los sentimientos confusos y a menudo hostiles hacia los santos, los hombres y mujeres de gran belleza, los grandes creadores o los genios intelectuales. Nos hacen sentir incómodos, ansiosos, confusos, quizás un poco celosos y envidiosos, un poco inferiores y torpes.

La presencia de las grandes personas nos hace tomar conciencia de nuestra menor valía, independientemente de que esas personas se lo propongan o no. Si este efecto es inconsciente y no sabemos por qué nos sentimos estúpidos, feos o inferiores lo más probable es que respondamos con una proyección, es decir, que reaccionemos como si esa persona excelsa estuviera tratando de hacernos sentir inferiores.

Si podemos aprender a amar más cabalmente los valores supremos en los otros, tal vez consigamos amar estas cualidades en nosotros mismos, sin temerlas tanto.

Resumen de la personalidad creadora

Si sumamos todos estos puntos, veremos que la autorrealización no es asunto de un solo gran momento. Es una cuestión de grado, de pequeños avances acumulados.

Las personas autorrealizadas escuchan sus voces interiores, se responsabilizan de su vida, son sinceros y trabajan mucho.

Descubren quiénes son, y no solo por lo que respecta a su misión en la vida, sino que también son conscientes de cómo sienten los pies con tal o cual par de zapatos, de si les gustan o no las berenjenas, o si no duermen en toda la noche cuando beben demasiada cerveza. Todo eso es lo que significa el verdadero “sí mismo”.

Descubren su propia naturaleza biológica, su naturaleza congénita, que es irreversible o difícil de modificar.

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