¿Crisis del deseo en las relaciones de pareja?

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El deseo

El deseo surge de lo más profundo de nuestra individualidad. Tiene que ver con nuestra libertad para elegir. Es una parte importante de nuestra identidad.

Al deseo no le gusta repetir los mismos platos. Busca novedades incansablemente. Le gustan los barrios prohibidos. La cara oculta de la luna.

El deseo huye de los espacios limitados: se asfixia si no tiene mucho aire alrededor.

Al deseo no le gusta cuidar, ni le gusta preocuparse por los demás.

Los cuidados amorosos, la ternura, son potentes venenos para el deseo.

Cuando el deseo nota que otra persona nos necesita para vivir; que depende de nosotros para ser feliz; sale corriendo como alma en pena para no regresar jamás.

El amor de pareja

El amor en una relación estable busca seguridad, confianza.

Para que ese amor se mantenga vivo es necesario que podamos sentirnos a salvo dentro de la relación.

Al amor no le gusta la incertidumbre. Le encanta saber que mañana el ser amado seguirá estando ahí, y que seguirá cuando seamos ancianos.

El amor busca afanosamente conocer al amado; conocerle hasta en la más mínima minucia.

Busca acortar distancias. Busca intimidad.

El amor odia las tensiones.

Me viene a la cabeza el maravilloso poema de San Juan de la Cruz “Noche oscura” (copio los últimos versos):

“Quedéme, y olvidéme,

el rostro recliné sobre el Amado,

cesó todo, y dejéme,

dejando mi cuidado

entre las azucenas olvidado”.

Dos necesidades básicas

Todos los seres humanos necesitamos sentirnos seguros; a salvo. Necesitamos poder confiar en la persona que está a nuestro lado.

Simultáneamente, necesitamos aventuras, novedades, sorpresas; penetrar en el misterio, en lo desconocido, correr riesgos, afrontar peligros.

En la actualidad esperamos que nuestra pareja nos aporte seguridad para poder criar a nuestros hijos sin sobresaltos; que nos aporte compañía; estatus social. Pero también queremos que sea nuestro mejor amigo y confidente; que sea un amante creativo y apasionado.

Queremos todo en uno. Como si quisiéramos condensar en nuestra pareja a toda una multitud. Como si fuese el hombre o la mujer orquesta.

Reconciliar necesidades opuestas

¿Cómo hacer compatibles la necesidad de conexión con la de separación; la de aventura con la seguridad; la de estar fundidos con el amado con la autonomía?

Voy a tomar un pequeño desvío para ver cómo estas necesidades, que parecen irreconciliables, se manifiestan en un niño pequeño.

Si transmites a tu hijo que el mundo es un lugar seguro, digno de conocerse, y le haces saber que estarás ahí por si necesita tu ayuda, saldrá a explorar el mundo sabiendo que puede regresar cuando quiera a la zona de seguridad.

El niño está en el parque jugando con otros niños y, de vez en cuando, se acerca a ti para decirte algo, o simplemente para tocarte y comprobar que sigues ahí. Y vuelve a sus juegos, a sus aventuras.

El niño puede tener la experiencia simultánea de unión y de separación.

Y estará preparado para emprender apasionantes exploraciones dentro de su propia imaginación; en su cuerpo; y en el mundo se abre a su alrededor como una flor maravillosa.

Ahora imagina que le transmites a tu hijo inseguridad.

Cada vez que se aleja de ti le haces saber que te preocupa. Le haces ver que te entristece que salga a conocer el mundo porque no entiendes que vaya a buscar afuera lo que ya se supone que tiene en casa. Imagina que le dices que como en casa no se está en ningún sitio y que el mundo es un lugar peligroso.

Entonces el niño dejará de explorar por miedo a que te enfades con él, por miedo a perderte. Apostará por la seguridad y abandonará la aventura.

Cuando este niño crezca, es muy probable que entienda las relaciones amorosas con un exceso de responsabilidad, de preocupación, de protección. Estará pendiente de si su pareja se ha ido o sigue ahí cerca; si su pareja se ha enfadado; o de si le acabará riñendo.

Para estas personas cuando aumente la conexión con sus parejas crecerá simultáneamente la responsabilidad y la preocupación.

Y, por supuesto, decrecerá el deseo.

No será de extrañar que a esta persona le cueste abandonarse al juego, al placer.

No sabrá cómo estar consigo misma.

No sabrá cómo estar con su propio cuerpo y su propia mente porque aprendió que era más importante estar pendiente del cuerpo y de la mente de los demás.

Si no estás ni en tu mente ni en tu cuerpo no podrás sentir placer, no podrás tener orgasmos, no conseguirás excitarte.

El erotismo se puede cultivar

El deseo se enciende con la distancia, siempre que no sea excesiva. Por eso muchas personas notan que aumenta el deseo por su pareja cuando ésta se aleja y luego regresa.

O cuando la ves desenvolviéndose en un ambiente diferente al habitual.

Cuando la ves haciendo algo que le apasiona, es decir, cuando está en su salsa.

Cuando te das cuenta de que es una persona que resulta atractiva para los demás.

Y lo más importante, cuando ves a tu pareja radiante e independiente, entonces surge en ti el deseo con naturalidad.

Te das cuenta de que tu pareja tiene facetas que aún no conoces o que habías olvidado y surge en ti el deseo de conocerlas, de acercarte.

Ver a tu pareja desde una cierta distancia, no sólo física sino también mentalmente, hace que el deseo aumente.

Tu mirada cambia y ves como nuevo lo que la rutina te hacía pasar por alto.

El erotismo como exploración de uno mismo

Realmente, ¿qué tipo de novedades son la que buscamos con el erotismo? ¿No será que llegamos a aburrirnos de nosotros mismos y buscamos explorar nuevos territorios de nuestro propio mundo?

Cuando nos lanzamos a una aventura erótica dejamos el personaje que representamos cotidianamente y probamos a interpretar otros papeles que nos permitirán dar rienda suelta a los deseos infantiles que aún colean en nuestro interior; o nos permitirán explorar nuestra faceta espiritual; o la agresiva.

El erotismo es una exploración de uno mismo.

Es necesario un cierto tipo de egoísmo si quieres que el deseo se mantenga vivo.

Tienes que aprender a estar en tu interior en presencia de otra persona.

El erotismo está relacionado con la imaginación, la curiosidad, el misterio, el gusto por la novedad, la alegría. Cultivando estos aspectos de tu ser cultivarás el erotismo.

También puedes dejar que tu erotismo se seque como una planta que no riegas.

El erotismo se agosta cuando te sientes internamente como un muerto viviente; cuando desprecias tu cuerpo; cuando te sientes viejo; cuando no tienes ni un minuto al día para dedicártelo a ti mismo; cuando no le encuentras sentido a tu vida; cuando no crees que el placer sea algo a lo que tienes derecho.

Y lo que resulta un tanto chocante, como ya mencioné, es que también pueden sofocar el deseo los sentimientos propios del amor: responsabilidad, preocupación, etc.

Una parte de nosotros quiere seguridad; y otra, quiere aventura. Esta es la condición humana: somos contradictorios.

¿Cómo resolver el dilema?

Una relación de pareja que quiere mantener vivo el deseo conviene que tenga en cuenta algunas cosas. Veamos algunas.

El erotismo es algo que se cultiva, algo a lo que hay que dedicar tiempo y energía. Y también planificación. El mito de la espontaneidad relacionada con el deseo nos ha hecho mucho daño.

El deseo no permanece constante: sufre variaciones. Conviene aprender a remontar las etapas de desgana.

Cada miembro de la pareja tiene un espacio privado relacionado con el erotismo que sólo le pertenece a él.

Conviene cultivar con mimo los llamados juegos preliminares.

Es importante dar rienda suelta a la imaginación.

Y lo fundamental: el erotismo, el deseo, requieren atención; necesitan que estemos presentes con todo nuestro cuerpo y con toda nuestra mente.

Te propongo leer el siguiente artículo:

3 maneras de animar tu vida sexual

¿Se te ocurren algunas cosas más que conviene tener en cuenta si queremos mantener vivo el deseo en una relación de pareja?
Por favor, no dudes en compartir tus reflexiones. Las echo de menos.

Comentarios 2

  1. la carencia del deseo es muestra clara que no hay quimica y si esta luego del intento no surge…NO nada mas que hacer. el tiempo de vida es importante para derrocharlo en algo que no da fruto.

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