Vergüenza, culpa, autocrítica y humillación: una alternativa

vergüenza

Emociones autoconscientes negativas: Vergüenza, culpa y humillación

Las llamo emociones autoconscientes porque estas tres emociones implican algún tipo de evaluación negativa sobre el propio yo. (A pesar del “apellido” autoconscientes , esa evaluación sobre el propio yo no siempre es consciente).

La vergüenza aparece cuando te juzgas de una manera negativa y global. No es que algo en concreto no te parezca bien en ti mismo, no. Cuando la vergüenza hace acto de presencia nada de ti te parece bien.

Supongo que te habrás fijado en que en ese momento te gustaría esconderte o, aún mejor, desaparecer.

Y tu cuerpo reacciona encogiéndose.

Con la humillación tu yo se siente atacado y vulnerable. Te parece que el juicio global viene de fuera.

La culpa, en cambio, tiene la peculiaridad de que la evaluación del yo es más específica, tiene que ver con una acción concreta; y, por tanto, no implica a todo tu yo.

La culpa, además de hacerte pasar un mal rato, te invita a que corrijas las conductas que te hicieron sentir culpable. También te invita a que reconsideres el cómo vas a actuar en el futuro.
La culpa es una emoción relacionada con la responsabilidad por tus propios actos.

¿Sirven para algo estas emociones?

La culpa, en cierto sentido, te ayuda a que tus relaciones mejoren y sean más sólidas. La vergüenza y la humillación, no.

La vergüenza y la humillación no suelen tener ninguna utilidad.

Incluso encierran el peligro de que te pongas a la defensiva, o que emprendas acciones destructivas.

La culpa, comparada con la vergüenza, suele poseer una intensidad negativa menor; es menos autodestructiva y, como acostumbra a incitarnos a tomar medidas correctoras, podemos decir que es una emoción más útil.

Vergüenza: sus diferentes caras

Tú y yo y todos los seres humanos deseamos generar sentimientos positivos en las mentes de las personas que nos rodean.

Has nacido con la necesidad de conectar con las mentes de las personas cercanas y de sentir que te cuidan.

Si lo consigues, entonces tu mundo te parece más seguro.

Dependiendo de cómo imagines que los demás te perciben así te irán las relaciones, y viceversa: si los que te rodean te tratan con cariño y respeto supondrás que en sus mentes serás considerada una persona valiosa.

Podemos llamar vergüenza externa cuando te imaginas que los demás piensan y sienten cosas negativas relacionadas contigo.

La vergüenza interna aparece cuando eres tú mismo quien te mira con malos ojos. Cuando te parece que eres una persona inadecuada.

Cuando quienes aprecias te ignoran es muy probable que te parezca que no eres una persona suficientemente atractiva.

Y esa manera de verte a ti misma invita a que haga acto de presencia una vergüenza a la que podemos bautizar como vergüenza de exclusión.

La vergüenza de intrusión y violación surge, en cambio, cuando no consigues detener o defenderte de los abusos verbales, físicos o sexuales de otras personas.

Luego, como si no hubieras tenido bastante con el abuso, te responsabilizas de que haya ocurrido.

Autocrítica

La vergüenza y la autocrítica son buenas amigas: se las ve juntas frecuentemente.
También la autocrítica puede adoptar diferentes formas.

A veces se manifiesta provocando sentimientos de inadecuación.

Te hace compararte con otras personas para que te sientas inferior a ellas y decepcionada contigo misma.

Otras veces puede presentarse en forma de odio hacia ti misma. (Ese odio puede estar dirigido hacia partes de tu cuerpo o hacia ciertos sentimientos).

Conoce a tu parte crítica

¿Has notado cómo te afecta esa parte de ti que te critica despiadadamente? ¿Has notado cómo se las gasta?

¿Con qué clase de emociones te tortura?

¿Cuáles son sus comentarios?

¿Qué le respondes?

Si quisieras construir un personaje con esa parte de tu mente, ¿qué pinta tiene, cómo es su voz, a quién se parece?

¿Por qué crees que te fastidia con tanta frecuencia? ¿Puede que te quiera proteger de algún peligro?

Las funciones de la autocrítica

Para algo servirá esa parte de tu mente, ¿no te parece?

Si quieres saber para qué sirve puedes preguntarte: ¿Qué es lo peor que me puede pasar si dejo de hacerle caso?

¿Temes volverte una persona perezosa; o una descontrolada; o convertirte el alguien arrogante?

Tal vez te parezca que la autocrítica te ayuda a mantenerte alerta para así cometer menos errores.

Aunque, puede que la autocrítica se pase de la raya en su cometido de mantenerte en guardia y lo que consiga es tenerte activada, incluso, cuando no hace falta; es decir, que te acabe estresando.

También podría ser que el odio hacia ti misma que generas si la autocrítica ataca persistentemente, sea una manera de desviar los malos sentimientos que no te atreves a dirigir contra los demás, por miedo a las consecuencias.

Es normal que te guste verte a ti misma como una persona buena y cariñosa; una persona que no siente ira. A todos nos pasa.

El problema es que la rabia y la ira forman parte de nuestro repertorio emocional normal.

Y si no reconoces esas emociones, y cuando asoman las orejas las experimentas como algo amenazador y vergonzoso, eso te puede hacer mucho daño.

Otra función de la autocrítica surge cuando hemos sido maltratados o abusados cuando éramos niños.

La conducta del abusador es impredecible para el niño.

Así que el niño se acostumbra a vigilar su propia conducta (ya que es lo único que puede controlar) para intentar no provocar nuevos maltratos.

Y cuando el agresor vuelve a maltratarlo, el niño se siente culpable por no haber sido capaz de evitarlo. Y entonces la autocrítica le hace sentirse avergonzado.

Una alternativa a la autocrítica: la compasión

Ya que estamos hablando de niños, te propongo que te imagines que eres un niño.

Imagina ahora que tienes un padre que es muy bueno detectando los errores que cometes. Además es bastante crítico y se siente frustrado fácilmente cuando te ve cometer el más mínimo fallo.

Este padre cree que es bueno para ti mantenerte alerta, incluso cree que es beneficioso que sientas un poco de miedo para que así no te conviertas en un niño perezoso.

Ahora imagina otro tipo de padre.

Este padre se preocupa por que te sientas bien.
Sabe como animarte y te enseña a que aprendas de tus propios errores de una manera compasiva.

¿Cuál de los dos padres elegirías?

Y ahora, volviendo a la persona adulta que eres, ¿cuándo te critican sientes que te están cuidando o más bien es ira lo que notas?

¿Tu parte autocrítica procura lo mejor para ti o, más bien, sólo te proporciona enfado y dolor?
Si te trataras con verdadero amor ¿cómo te hablarías a ti misma?

¿Cómo ayudarías a un niño?

Supongo que estarás de acuerdo conmigo en que la alternativa está en la autocorrección compasiva.

Y si no estás de acuerdo, me gustaría conocer tus argumentos.

También me gustaría conocer cómo es tu relación con la autocrítica y con la vergüenza.

Puede resultarte interesante el siguiente artículo que tiene algo que ver con el que acabas de leer:

Imaginación, compasión y autocuidados

Comentarios 1

  1. Hola, yo no me puedo imaginar de niña, siempre crecí con una autocrítica muy dura de culpa y de insuficiencia, y ahora de adulta si alguien me habla fuerte siento que me señala y me juzga si valorar lo que doy, creo que ha pesado más eso en mi vida que el amor, y por eso se me hace más fácil aparentar un juicio prematuro por alguien y analizo cómo son las personas. Si fuera mamá, (que no lo soy) no se si juzgaría a mi hijo con rigor o lo abrazaría y le demostraria más amor que juicio.

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